“Mire, el sistema neoliberal y los sistemas económicos que son antropocéntricos nos han llevado a una vida de depresión, de no entender para qué es la vida, ni tenerle sentido a nada. Ser campesino, ser indígena, ser negro está pleno de sentido, de goce, de disfrute que se ve en la cultura, en sus expresiones. La educación lo que busca es reivindicar sus formas de vida, sus formas de relacionarse con un ambiente y de producir un ambiente sano”, explicó Quintero.
Un papel central en la política pública
Para el subdirector, los campesinos no son actores secundarios en la construcción de una agenda ambiental: son la base sobre la que se edifica.
“El rol es principal, porque son ellos los que viven en los territorios, los que sufren las consecuencias del accionar en la crisis climática. Son ellos quienes nos alimentan y quienes están impulsando los cambios necesarios. Su forma de producción está ligada a una relación directa con el ambiente, muy diferente a la producción industrial, que se abstrae de lo que pasa en el mundo”, señaló.
Esta perspectiva busca trascender la visión de la tierra como simple propiedad para asumirla como elemento vital. “Se trata de entender la tierra como productora y protectora de la vida, y el territorio como un espacio donde conviven diversidades que inciden en el bienestar de todos”, agregó.
Educación y participación con propósito
Uno de los retos centrales, reconoce Quintero, es llevar los procesos de educación ambiental a las zonas rurales con pertinencia cultural y territorial. Para lograrlo, la política pública ha impulsado espacios de encuentro con comunidades campesinas, indígenas, afrodescendientes, raizales, palenqueras, habitantes de barrios y ciudades, así como con empresas.
“La participación debe tener un referente: la defensa de la vida y el acceso a un ambiente sano. Si solo hablamos de participación en educación sin un propósito, no sabríamos hacia dónde vamos. Con un objetivo claro, la gente empieza a pensar en ese código común”, subrayó.
Un llamado a los jóvenes rurales
El mensaje final del subdirector está dirigido a las nuevas generaciones del campo:
“Los jóvenes rurales deben verse como actores políticos de la transformación. Su voz es necesaria para que la educación ambiental sea una herramienta real de cambio en sus territorios”.
La actualización de la política pública ambiental, más que un documento, busca ser un proceso vivo donde la defensa del ambiente y la vida misma parta del conocimiento y las prácticas de quienes llevan siglos cultivando, protegiendo y habitando el territorio.