Por: JuanCarlos Bernal
¿Qué pasa con los planes de ordenamiento territorial en los municipios colombianos? ¿Hay, o no, voluntad política para sacar adelante un verdadero plan de prevención de desastres en Colombia? ¿Por qué se hacen diagnósticos, pero no se avanza hacia las soluciones efectivas?
Son algunas de las preguntas que han surgido antes y después de la tragedia de Salgar, sudoeste de Antioquia.
Frente al aspecto coyuntural, las informaciones que se han divulgado en los últimos días dan cuenta del represamiento progresivo de la quebrada La Liboriana, cuyo desbordamiento desató la fatal avalancha. Pero, ¿No se pudo haber advertido a tiempo sobre esa situación para que los pobladores se pusieran a salvo? La repuesta categórica es sí se pudo; como lo señalara el exministro del medio Ambiente Manuel Rodríguez Becerra, hubiera bastado con un sistema de monitoreo y alarmas, “ y la tecnología lo permite”.
Como telón de fondo tenemos una política de ordenamiento territorial, en algunos casos clara y contundente, pero que no se cumple en la práctica.
Si miramos el plan de desarrollo vigente en Salgar nos encontramos con claras directrices encaminadas a la prevención de desastres como el ocurrido: Puntualiza, entre otros aspectos, que es necesario reubicar, tanto la escuela León de Greiff como las 19 viviendas que están sobre la margen izquierda del río San Juan. Contempla, así mismo, adelantar “obras de mitigación en zonas de alto riesgo y educar en la prevención de desastres”.
Vemos, pues, todo un catálogo de buenas intenciones, pues las mismas autoridades municipales han reconocido que ni siquiera se estaba contemplando la ejecución de tales acciones. La orden era perentoria y contundente, pero, por lo visto, se quedó en el papel. Es decir, hubo cero voluntad política.
Por supuesto, no pretendemos señalar como única responsable a la administración municipal, pues también les cabe su cuota de responsabilidad tanto al gobierno departamental como al nacional; pero salta a la vista que los alcaldes, como líderes del municipio, deben encarar las gestiones encaminadas a hacer cumplir su propio plan de desarrollo, a la sazón su carta de navegación, y no lo hacen.
Sí, es un tema que demanda recursos y no se puede resolver de la noche a la mañana, pero cuando se aplazan las soluciones la cuenta de cobro suele ser demasiado alta. (En este caso la muerte de 84 personas).
Ojo: Esta semana ocurrió en Salgar; pero lo mismo ya había ocurrido hace muchos años en Armero, Tolima, en el Huila, con la inolvidable tragedia del río Páez; en Útica, Cundinamarca, en La Mojana…En fin la lista es interminable…
Pasan unos días, nos olvidamos de una tragedia y viene otra más grave.
Si el ciudadano de a pie no reacciona con los instrumentos que le otorgan la Constitución y la ley, nos seguirá pasando algo similar a lo que ocurre con el conflicto armado,: de tanto contar muertos olvidamos que estamos en guerra.