viernes, noviembre 15, 2024
InicioDESTACADOSGlifosato: Entre la guerra y la comida

Glifosato: Entre la guerra y la comida

Desde la década los noventa la lucha antidroga buscó con las aspersiones aéreas de glifosato reducir el número de hectáreas sembradas con coca. Sin embargo los campesinos de las regiones donde se fumigó sufrieron consecuencias.

Por: Andrés A. Gómez Martín.

AVIONETA

Recientemente el Ministerio de Salud acogió las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud  y  de la agencia internacional de investigación en cáncer,  en torno a estudios que demostraron las afectaciones en la salud humana por el contacto con el glifosato. Este químico era utilizado hasta hace muy poco para la erradicación de las matas de coca en varias regiones de Colombia.

En regiones del Guaviare, Putumayo, Norte de Santander o Antioquía, las fumigaciones aéreas eran el pan de cada día. Muy en la mañana las avionetas aparecían  en vuelo bajo y con los aspersores listos  pasaban rosando las copas de los árboles de mango, de las  matas de plátano y de naranja. Con el viento las moléculas se iban alojando en los cultivos, muchas veces de coca y otras veces en el pan coger de humildes fincas.

En  el Municipio de San José del Guaviare es común escuchar las historias acerca de las consecuencias de la lucha anti drogas, que desde la década de  los años noventa, mediante ayudas internacionales como el plan Colombia, buscaban detener el avance del narcotráfico y la disminución  en la siembra de  cultivos ilícitos.

Recorriendo  una de las calles de San José, encontramos una gran tienda, que también funciona como bar en las noches, a medida que pasaba la tarde algunos campesinos iban llegando al lugar, las mesas  se fueron ocupando con el pasar de las horas. Decidimos ir a buscar una mesa para hablar con los clientes del estanco. Los machetes, las botas de caucho, los costales con uno que otro plátano verde, estaban   milimétricamente ubicados en las piernas de los jornaleros que pedían cerveza, aguardiente y ron.

Al sentarnos en una de las mesas de plástico blanco, un grupo de campesinos decidió mover su mesa para unirla con la nuestra.  Desde allí ellos empezaron a preguntarnos el porqué de nuestra presencia en el alejado municipio. Era evidente que éramos forasteros, sin embargo con el pasar de las horas uno de ellos, Don Manuel, decidió hablar con nosotros sobre el glifosato.

Don Manuel es un viejo campesino, tiene poco más de setenta años de edad,  llegó al Gaviare con sus padres desplazados por la violencia de  los años  cuarenta y cincuenta que azotaba a vastas regiones en todo el país, llegaron a colonizar la selvas amazónicas. Con muy poco dinero y muchas ganas de salir adelante, lograron paulatinamente hacer un “ranchito” en medio de los enormes árboles. Manuel cuenta con orgullo que en su juventud trabajo en la explotación del caucho, años después  empezó a cazar grandes felinos para vender su piel, raspó coca y ahora con dificultad puede cosechar unos pocos plátanos o matas de maíz.

Sus manos son duras, se nota su amor por el campo, nunca deja lejos su machete y tampoco su poncho. Manuel cuenta  en un tono melancólico que las aspersiones aéreas han destrozado su finca,  hace casi diez años las avionetas pasan dos veces por día rosando las tejas de zinc, el polvo cae encima de su casa, de sus plátanos, de su maíz de los árboles que dan sombra a su casa.

Manuel se pregunta  porque lo fumigan ,si por su vereda no hay una sola mata de coca, sin embargo su  pequeño cultivo esta quemado, los platanos que trae en su costal son plátanos deformes, tienen manchas negras y al quitar la cascara están secos, casi muertos.

Desde hace unos meses para poder cultivar, muchos campesinos se adentraron en la selva para que allí no los alcancen las avionetas, los cerdos, las gallinas, los perros  están mejor protegidos por espesa selva.

Según un estudio realizado por el instituto tecnológico de Massachusetts,  establece que por cada hectárea fumigada los cultivos ilícitos  se reducen tan solo 0.35 hectáreas, mientras que para eliminar una hectárea  sembrada con coca se deben fumigar cerca de treinta hectáreas.

Según el estudio presentado por la Organización Mundial de la Salud, el glifosato puede producir cuatro tipos de cáncer. Cáncer hepático, cáncer de Páncreas, de Riñón y Linfoma. Campesinos de Anorí en el Departamento de Antioquía denunciaron que por efecto de las fumigaciones, habitantes de esa región tienen problemas de salud, especialmente en la piel.

Artículos Destacados

1 COMENTARIO

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

FundacionAcpo

spot_img

Anuncio

POSTS RECIENTES

spot_img