En la madrugada del viernes, mientras el país dormía, una avalancha cambió la vida de la familia Ortiz en cuestión de minutos. A las 4:00 a. m., una fuerte detonación natural estremeció la vereda Chilcal Bajo, al oriente de Cundinamarca. “Se escuchó un impacto grande… salimos y la avalancha ya venía bajando”, relata Liliana Ortiz, habitante del sector y propietaria de la finca turística Kafestib, ahora convertida en gran parte zona de desastre.
La avalancha descendió desde la montaña arrastrando árboles, cultivos y sueños. Las intensas lluvias del miércoles y jueves saturaron el terreno, provocando deslizamientos que no dieron tregua. “Mi esposo, que ha vivido 45 años acá, nunca había visto algo así. Todo bajaba con fuerza. La quebrada se salió de su cauce y se llevó todo lo que encontró”, cuenta Liliana.
La finca Kafestib era una apuesta familiar que mezclaba el ecoturismo con el cultivo de café. En sus predios, los visitantes recorrían senderos que llevaban a cascadas cristalinas, compartían pasadías y aprendían sobre la siembra. Hoy, casi todo eso quedó sepultado bajo el lodo.
Las cifras de la pérdida

La avalancha destruyó más de 5.000 plantas de café en plena producción, el beneficiadero, el secadero, el zombricultivo, las entradas a la finca y el criadero de peces. “Solo en café perdimos unas 25 cargas. A precio de hoy, eso son más de 60 millones de pesos. En total, entre turismo, café, peces y vivienda, son más de 500 millones en pérdidas”, estima Ortiz.
A esto se suma la afectación a la vivienda del hermano de Liliana, que también quedó inhabitable. Afortunadamente, no se registraron víctimas fatales, pero las consecuencias económicas y emocionales son devastadoras.
Incomunicados y sin ayuda suficiente

La vía de acceso a Chilcal Bajo está bloqueada por derrumbes y árboles. “No se puede entrar ni siquiera en moto. Hay tramos donde caminar es un riesgo, más de 100 metros de vía desaparecieron”, asegura Liliana. Aunque la alcaldía municipal y la gobernación han enviado maquinaria para intentar abrir paso, la comunidad sigue aislada.
“No ha llegado apoyo del gobierno nacional. Ni mercados, ni ayudas técnicas. Solo la maquinaria está trabajando, pero no es suficiente. Necesitamos alcantarillas, placa huella, canalización de aguas. Esta vía lleva 10 años hecha y nunca se completó”, denuncia.
El turismo y el café, en pausa indefinida

Kafestib apenas comenzaba a despegar. Con un año de operación, la finca había empezado a recibir turistas cada fin de semana. “La gente venía a disfrutar del agua limpia, del paisaje. Queríamos mostrar otro rostro de Quetame, no solo el de la tragedia”, dice Liliana.
Pero el daño fue total, las cascadas están cubiertas de lodo, los caminos de acceso desaparecieron y la infraestructura colapsó. “Ahora mismo no sabemos cuándo podremos volver a abrir. No hay vía, no hay finca, no hay café. Tenemos que empezar desde cero”, lamenta.
Un llamado al gobierno nacional

La comunidad de Chilcal Bajo exige acciones concretas. “No queremos limosna, queremos inversión estructural, estudios, ingeniería, obras reales. Esta es una vía alterna clave para llegar a Quetame, pero sigue olvidada”, reclama Liliana.
Pide que el gobierno nacional no deje sola a la alcaldía ni a la gobernación, cuyas capacidades se han visto desbordadas. “Estamos incomunicados, sin cosecha, sin ingresos. Pero seguimos con vida, y eso nos obliga a luchar. Necesitamos ayuda para reconstruir”.
El riesgo sigue latente

Aunque la lluvia ha cesado, el temor persiste. No hay señal clara de nuevas grietas, pero la tierra está inestable. Gestión del Riesgo aún no ha hecho un censo técnico ni visita de evaluación en la finca de Liliana, pese a sus solicitudes. La única orden de desalojo ha sido para su hermano, cuya vivienda colapsó.
“Mi hermano no estaba en la vivienda esa noche, gracias a Dios había viajado. Si hubiera estado ahí, el susto habría sido terrible. Nosotros, aunque estamos cerca del derrumbe, no hemos visto más grietas. Seguimos monitoreando por nuestra cuenta, atentos a cualquier señal de riesgo”, explica Liliana Ortiz.
La esperanza se cultiva

Pese a las pérdidas, Liliana Ortiz insiste en sembrar futuro. “Quetame ha sido conocido por las tragedias, pero queremos cambiar esa mirada. Aquí hay paisajes hermosos, gente berraca y trabajadora. Esta es nuestra tierra, nuestro terruño, y no nos vamos a ir”, afirma con firmeza.
Desde su finca —ahora arrasada por la avalancha— recuerda que el café no era solo sustento económico, sino identidad. “Somos caficultores, somos emprendedores. Siempre cuidamos el agua, protegimos el medio ambiente. Queríamos que la finca fuera una experiencia para compartir con otros ese amor por el campo”, dice.
Hoy, mientras muchas familias enfrentan el mismo dolor, Liliana hace un llamado a no dejar solo al campo colombiano. Su historia, como la de tantas otras, demuestra que la voluntad de reconstruir existe. Quienes deseen solidarizarse o apoyar la reconstrucción de la finca Kafestib, pueden comunicarse directamente con Liliana Ortiz al número +57 315 502 9680.