viernes, diciembre 13, 2024
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#Opinión: Analfabetismo en Colombia, un problema ignorado y oprobioso

Ser analfabeta hoy significa estar excluido del desarrollo económico y social y del ejercicio de la ciudadanía. Los adultos analfabetas, particularmente las mujeres, están excluidos social y económicamente y, por lo general, trabajan en condiciones precarias e informales.

Estoy de acuerdo con quienes afirman que el desarrollo de una sociedad se mide por el nivel de desarrollo humano, cultural y espiritual de sus individuos y no sólo por su desarrollo económico. A la vez, el desarrollo humano depende de las oportunidades que esta misma sociedad ofrece a cada uno de sus integrantes, primordialmente aquellas que garanticen el cumplimiento de sus derechos humanos: las oportunidades educativas, de salud y, en fin, de pleno acceso a los beneficios sociales, laborales, culturales y económicos.

En países comprometidos con la mejor educación pública posible para sus ciudadanos, el analfabetismo es prácticamente inexistente. En estos países los ciudadanos pueden aprovechar las  oportunidades sociales, lo cual se concreta en una sociedad mejor, más equitativa, más fuerte y más desarrollada. Mientras más universales sean las oportunidades sociales, mejores, más humanas y más desarrolladas serán las sociedades.

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De manera contraria, una sociedad está lejos de su desarrollo cuando sus integrantes no tienen oportunidades para acceder a sus bienes y servicios. En un país desigual, como el nuestro, los ciudadanos acceden a ellos de manera inequitativa e injusta. Casi con seguridad, quienes carecen de las habilidades de la lectura, la escritura y el cálculo, sufren las duras condiciones de la pobreza y tampoco han tenido las oportunidades sociales que su dignidad humana reclama.

Ellos y ellas son mayoría y su participación en los beneficios sociales son prácticamente inexistentes y su justo reclamo en modo alguno es subversivo. Sólo es una cuestión de dignidad y equidad.

Por eso es tan dura y tan dramática la situación en nuestro país donde más de 1.700.000 personas mayores de 15 años que no tienen las habilidades mínimas de leer, escribir y calcular. Esta cifra es la que arroja el Censo del Dane en 2018 y es equivalente a la población de departamentos como Boyacá o Tolima. Con excepción de Bogotá, Medellín y Cali, esta cifra es mayor que la población de cualquiera de las ciudades capitales de Colombia.

Si a ese número de personas se le suman los niños y niñas mayores de 12 años analfabetas, particularmente los que viven en el sector rural y en las comunidades indígenas, estamos hablando de que en Colombia tenemos más de dos millones de personas excluidas de los beneficios culturales. Son una población tan grande, en la práctica, como la población universitaria del país.

De las consecuencias de este drama humano no se habla en Colombia. Parece como si el problema no existiera y nos hemos quedado tranquilos, porque, según el Dane, ¡Colombia ya tiene el 95% de alfabetismo! ¿Y es que acaso estos dos millones de personas analfabetas no existen? Tenemos que hacer visible esta ignominia que condena a los más pobres a la explotación laboral, la marginalidad, la enfermedad, y a todas las consecuencias que hermanan la pobreza con el analfabetismo.

Ser analfabeta hoy significa estar excluido del desarrollo económico y social y del ejercicio de la ciudadanía. Los adultos analfabetas, particularmente las mujeres, están excluidos social y económicamente y, por lo general, trabajan en condiciones precarias e informales. Si para quienes han tenido la posibilidad de estudiar y acceder a la educación primaria, secundaria y superior es difícil encontrar empleo, ¿qué decir de quienes hoy, por múltiples razones, no han ido a una escuela?

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Si en el inmenso número de colombianos ocultos detrás del 11.8% de desempleados que nos reporta el DANE para el mes de febrero de 2019, se hiciera un examen para descubrir quiénes son analfabetas, la realidad nos mostraría cómo es de dura esta condición que afecta a la gran mayoría de los pobres.

El analfabetismo y el bajo nivel educativo tienen impactos negativos directos sobre la productividad, el empleo, la cohesión social y las condiciones de nutrición y salud de las personas y de las comunidades.

El analfabetismo también tiene efectos sobre quienes vendrán, pues los padres y madres analfabetos o con baja escolarización, inciden negativamente sobre el nivel educativo y la remuneración que recibirán sus hijos. Los niños y niñas cuyos padres tienen poca participación o interés en su educación tienen un bajo rendimiento escolar y corren el riesgo de repetir o abandonar la escuela.

Además, se ha comprobado que el analfabetismo tiene graves efectos sobre la nutrición, la higiene y la salud de las personas. Los padres que han podido estudiar, en comparación con los que no lo han hecho, adoptan mejor medidas de salud preventiva, como las vacunaciones. Igualmente, los indicadores de nutrición infantil varían dependiendo de si las madres y los padres son analfabetas o no. La desnutrición está asociada directamente con la pobreza y el analfabetismo

Hay muchas otras evidencias que obligan a hacer un llamado urgente para que Colombia tome conciencia de que este es un problema grave que debe ser atendido sin espera. Dos millones de colombianos que aún esperan por su mínima instrucción pueden ser el potencial de desarrollo o de irreparable atraso social y humano. O, también, puede ser la población en donde se prolonguen y cultiven las más duras y violentas protestas sociales.

Desde estas líneas queremos invitar a todos a sumarse a los esfuerzos educativos que hace ACPO con Escuelas Digitales Campesinas y sus medios educativos, para brindar oportunidades que garanticen el desarrollo humano de todos los que, por siglos, han estado excluidos de este derecho.

Por: Bernardo Nieto Sotomayor. Equipo Editorial Periódico El Campesino.

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