Lo que daba autoridad a Jesús como pastor era su humildad, la cercanía con la gente, la compasión, que se expresaba en mansedumbre y ternura. Y cuando las cosas iban mal, como en el Calvario, “estaba callado y rezaba”. El Papa Francisco, en su homilía en Casa Santa Marta, propone a Jesús como icono y modelo de pastor, con una autoridad que es una gracia del Espíritu Santo y que le viene de ser cercano a la gente, “no a los grupitos de poderosos, de los ideólogos”.
Francisco comenta el pasaje del evangelio de Lucas del día, el del milagro de la resurrección del hijo único de madre viuda, y subraya que Jesús tenía autoridad ante el pueblo, no por la doctrina que predicaba, que era casi igual a la de los demás, sino porque era “humilde y manso de corazón”. “No gritaba, no decía ‘yo soy el Mesías’ o ‘soy el Profeta’; no tocaba la trompeta cuando curaba a alguien o predicaba a la gente o hacía un milagro como la multiplicación de los panes. No. Era humilde. El hacía”. Y era “cercano a la gente”.
Los doctores de la Ley, en cambio, “enseñaban desde la cátedra y se alejaban de la gente”. No les interesaba la gente, excepto para darles mandamientos, que “multiplicaban hasta más de 300”. Pero no eran cercanos a la gente.
En el Evangelio, cuando Jesús no estaba con la gente, estaba con el Padre, rezando. Y la mayor parte del tiempo en la vida de Jesús, en su vida pública, la pasó en la calle, con la gente. Esta cercanía: la humildad de Jesús, lo que da autoridad a Jesús, le lleva a la cercanía con la gente. Tocaba a la gente, abrazaba a la gente, miraba a los ojos a la gente, escuchaba a la gente. Cercano. Y esto le daba autoridad.
San Lucas, en el Evangelio, subraya la “gran compasión” que sintió Jesús viendo a la madre viuda, sola, y el chico muerto. Tenía “esta capacidad de sufrir con. No era teórico”. Se puede decir que “pensaba con el corazón, no separaba la cabeza del corazón”.
Y hay dos rasgos de esta compasión que quisiera subrayar: la mansedumbre y la ternura. Jesús dice: “Aprended de mi que soy manso y humilde de corazón”: manso de corazón. Esa mansedumbre. Era manso, no gritaba. No castigaba a la gente. Era manso. Siempre con mansedumbre. ¿Se enfadaba Jesús? ¡Sí! Pensemos cuando vio la casa de su Padre convertida en un shopping, para vender cosas, los cambiadores de monedas … allí se enfadó, tomó el látigo y los echó a todos. Pero porque amaba al Padre, porque era humilde ante el Padre, tenía esta fuerza.
Luego la ternura. Jesús no dijo “No llore, señora”, estando distante. “No. Se acercó, quizás le tocó los hombros, quizás la acarició. ‘No llores’. Este es Jesús. Y Jesús hace lo mismo con nosotros, porque es cercano, está en medio de la gente, es pastor”. El otro gesto de ternura es tomar al joven y devolverlo a su madre. En resumen, “Humilde y manso, cercano a la gente, con capacidad de compadecerse, con compasión y con estos dos rasgos de mansedumbre y de ternura. Este es Jesús”. Y hace con todos nosotros, cuando se acerca, lo que hizo con el joven y con su mamá viuda.
“Este es el icono del pastor” subraya el Pontífice, y de esto debemos aprender los pastores: “cercanos a la gente, no a los grupitos de los poderosos, de los ideólogos … ¡Estos nos envenenan el alma, no nos hacen bien!”. El pastor, por tanto, “debe tener el poder y la autoridad que tenía Jesús, el de la humildad, el de la mansedumbre, la cercanía, la capacidad de compasión, la ternura”.
Y cuando las cosas a Jesús le fueron mal, se pregunta el Papa, ¿qué hizo?
Cuando la gente lo insultaba, el Viernes Santo, y gritaba “crucifícalo”, callaba porque tenía compasión de esa gente engañada por los poderosos del dinero, del poder… Estaba callado, rezaba. El pastor, en los momentos difíciles, en los momentos en que se desencadena el diablo, donde el pastor es acusado, pero acusado por el Gran Acusador a través de tanta gente, tantos poderosos, sufre, ofrece la vida y reza. Y Jesús rezó. La oración le llevó incluso a la cruz, con fortaleza; y también allí tuvo la capacidad de acercarse y curar el alma del Ladrón.
Releamos este pasaje, invita el Papa Francisco, para ver “dónde está la autoridad de Jesús”. Y pidamos la gracia de “que todos los pastores tengamos esta autoridad: una autoridad que es una gracia del Espíritu Santo”.
Tomado de: es.aleteia.org