Ante las inaceptables realidades que siguen viviendo millones de niños y niñas en Colombia, siento como una obligación moral, urgir a las conciencias y corazones de los que hoy llegan a dirigir los destinos del país, para que protejamos a los niños y niñas campesinos, a los marginados y a los excluidos de las oportunidades y bienes sociales.
En Colombia el trabajo de muchos ha producido avances importantes para mejorar el nivel y calidad de vida de la niñez. Sin embargo, menciono algunos hechos que, por su notoriedad, son ejemplo paradigmático de la deuda que todavía tiene Colombia con sus niños y niñas.
Carlos Santamaría, un niño mexicano de 12 años, admitido recientemente a realizar la licenciatura en Física Biomédica de la prestigiosa Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), representa a quienes han contado con todas las oportunidades para desarrollar al máximo su potencial humano. Esto es un doloroso contraste con miles de niños colombianos de su misma edad que aún no tienen su registro civil como reconocimiento de su ciudadanía y de su derecho a tener iguales oportunidades para educarse, como las que tuvo el niño admitido en la UNAM.
En Cartagena, además de la captura de una mujer acusada de tráfico sexual de niños y niñas, por fin la Fiscalía pedirá la extradición de dos estadounidenses, un alemán y un argentino que abusaron sexualmente de menores de edad victimizadas por la organización de proxenetas en Cartagena. Sin embargo, ¿cuántos traficantes y violadores inescrupulosos con plata quedan libres en balnearios de vacaciones, pueblos y ciudades colombianas, mientras sus familias siguen sin trabajo y explotando su hermosa niñez y adolescencia?
Aun las fieras y los animales salvajes amantan a sus hijos de forma natural y por el tiempo que su naturaleza les dicta, para su desarrollo pleno. En Colombia y en otros lugares del mundo, para animar a las madres a que alimenten con su leche a sus bebés, ¡es necesario organizar “lactatones” y semanas de la lactancia materna!
Por estética, comodidad y por falta de humanidad, las madres sólo están lactando a sus hijos durante apenas un poco más de dos meses, cuando debieran hacerlo, como mínimo, durante 6 meses. Y nos quejamos de hijos amargados, frustrados, violentos y sin verdadero desarrollo cerebral, pues los componentes de la leche materna son irreemplazables y únicos generadores de las células cerebrales, base de la inteligencia del ser humano.
Como lo publica El Espectador el pasado 3 de agosto, en el Vaupés, una profesora es suspendida porque, sin tener ninguna prueba en su contra, insulta y llama ladrón a un estudiante indígena de 14 años que termina suicidándose. Sus compañeros lo matonean y ella no hace nada para evitarlo. ¿Con qué derecho? En el Vaupés hay una pavorosa tasa de suicidio infantil y adolescente de 38 por cada cien mil habitantes, cuando en todo el país es de 4,9 por cada cien mil habitantes. ¿Hay algún futuro para estos niños y niñas indígenas que les anime a vivir con ilusión y con sentido?
Todavía en Colombia, una de cada cinco madres, es menor de 18 años y casi en su totalidad, son madres solteras. Son niñas que dejan apenas su niñez y, sin ninguna preparación, se convierten en madres de hijos no deseados o desnutridos, víctimas del abandono social y parte del inmenso ejército de marginados de todos los beneficios sociales.
Según la directora regional de Unicef para América Latina, nuestra región es la más violenta con los niños. Cada día 67 adolescentes entre 10 y 18 años son asesinados. (Le puede interesar: ¡La ética nos salva!)
Confirmando esta inaceptable realidad, una niña de 3 años muere a manos de su madre y su padre adoptivo en Medellín, por golpes violentos. Una mujer de 19 años y un hombre de 20 son apresados como presuntos responsables de asesinar a un bebé de 8 meses, el pasado 12 de junio en Caldas (Antioquia). En el mismo departamento, en el último año, 202 niños fueron abandonados como lo publica el diario El Tiempo el 18 de abril pasado.
Estos hechos, para la especialista de UNICEF, se suceden en América Latina y el Caribe por ser las regiones más desiguales del mundo. Desigual quiere decir injusta: unos pocos tienen todo y muchísimos, carecen de todo.
Gabriela Ramos, directora general de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), afirma en la Revista Dinero el pasado 2 de agosto que, “Colombia es el país más desigual de América Latina por su alta concentración de ingresos (…) Llaman la atención las diferencias regionales del país”.
Según la directora, en Colombia se necesitan 11 generaciones para salir de la pobreza. Es decir, “Un niño en Colombia tendría que esperar 330 años para tener una mejor calidad de vida (…) donde la concentración de la riqueza alcanza niveles alarmantes.” Esta es la causa fundamental del problema y es ahí donde hay que trabajar.
Se inicia un nuevo gobierno. El reto es enorme, pues el problema es enorme. Los niños campesinos, los marginados, son los más urgidos de solución. Si no se resuelve ahora este problema, su niñez pasó y seguiremos llenos de violencia, frustración y miseria humana. Estamos listos para apoyar y buscar soluciones con los medios a nuestro alcance.
Por: Bernardo Nieto Sotomayor- Equipo Editorial El Campesino.