Una de las noticias más relevantes de las últimas semanas tiene que ver con la ampliación de la Serranía de Chiribiquete y su declaración como Patrimonio de la Humanidad. El verdadero desafío está en el futuro de los habitantes ancestrales luego de la firma de los acuerdos de paz, y con ello, la retirada de las FARC, guardianes armados que por décadas dominaron este territorio.
A lo largo del parque viven cinco comunidades indígenas, las cuales no han tenido contacto social exterior por voluntad propia. Sin embargo, han tenido que sortear problemáticas como el narcotráfico, pues a Pablo Escobar, Gonzalo Rodríguez Gacha y Jorge Luis Ochoa Vásquez, reconocidos narcotraficantes, se les atribuyó el dominio del parque por años.
Tras décadas de estar ocultos en el silencio y el anonimato, el Cartel de Medellín camufló cerca de siete laboratorios, con el fin de procesar la pasta de la coca y hacer pistas de aterrizaje para las aeronaves de transporte.
Luego de la destrucción de estos laboratorios por parte del gobierno en el año 1984, llegaron nuevos colonos: las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), uno de los grupos armados al margen de la ley más numeroso y antiguo de todo el continente americano, con cerca de 20.000 cabezas. No obstante, después de su desmovilización en 2016, el cerco de “protección” armado desapareció y los índices de deforestación empezaron en aumento.
Reflexiones sobre el turismo en el Chiribiquete
Ahora bien, el deseo de desarrollo e inversión para esta zona abandonada por años, suscita varias cuestiones, una de estas es ¿Cuán beneficioso es para el territorio y sus habitantes la firma del acuerdo para su expansión? Le puede interesar: (Parque Chiribiquete podría ser patrimonio natural de la humanidad).
Pues bien, Hilda Camacho, trabajadora del programa del Ministerio de Cultura para la Apropiación Social del Patrimonio Cultural, asegura que “no se cuida lo que no se conoce, por eso es tan importante divulgar el patrimonio”. Con ello se refiere al objetivo de convertir el parque en un destino turístico, bajo la premisa de que el turismo es un accionador de la cultura y del territorio.
Sin embargo, según la experiencia, se ha evidenciado que exhibir un destino careciendo de políticas que protejan su capacidad y los recursos necesarios para resguardarlo, puede arruinarlo y perjudicarlo de forma irreversible; ya que con el turismo, las prácticas económicas y sociales transformarían el territorio y sus comunidades.
Proteger un parque para defender la cultura
Así pues, la protección del área natural, la fauna y la flora, así como la protección de las comunidades que la habitan, se constituye como un esfuerzo que debe correr por cuenta del Estado, pues éste debe ser garante del que hoy por hoy es Patrimonio de la Humanidad.
En ese orden de ideas, evitar a toda costa prácticas de deforestación y defender la vida y dignidad de las comunidades que habitan el parque, son los mayores esfuerzos que debe emprender el Estado para velar por la sostenibilidad de la serranía.
Por: Camilo Aldana. Estudiante de Comunicación social.
Editor: Lina María Serna. Periodista.