Por: Gustavo Nieto
La economía para el cristiano debe ser una herramienta para garantizarles los derechos básicos a todos los ciudadanos. La economía basada en los intereses del mercado evita el desarrollo integral de todo el pueblo y solo responden a los negocios de unos pocos.
“Estas conclusiones del Papa, quien es un crítico del sistema capitalista, del mundo financiero y especulativo, denuncian las “injusticias” e “inmoralidades” del sistema económico actual y demanda mayores reglas para ponerle límite a estos atropellos”, asegura el periodista Washington Uranga.
Algunas personas tienen su fe absoluta en el mercado, en la compra y venta de materiales, en la economía egoísta: donde el que más tiene, más quiere. Este pensamiento genera injusticia social, desigualdad de oportunidades y confusiones sobre nuestro pensamiento cristiano, que debe velar por el bien común.
El documento vaticano nos advierte que, la evasión fiscal y del lavado de dinero, es una de las razones del empobrecimiento de los países y de las personas. Que este actuar es una forma hipócrita de ser cristiano, porque van a Misa, pero no les interesa ayudar al más necesitado.
El Papa nos zarandea al decirnos que, “palabras como ‘eficiencia’, ‘competencia’, ‘liderazgo’, ‘mérito’ tienden a ocupar todo el espacio de nuestra cultura, asumiendo un significado que acaba empobreciendo la calidad de los intercambios, reducidos a meros coeficientes numéricos”. Se nos olvidó el componente ético y la unión entre el saber técnico y la sabiduría humana, que garantizan una economía más humana. De igual forma, anuncia que las recientes crisis deben ser escenarios para revisar nuestro pensamiento egoísta y proponer una economía solidaria y circular, que elimine la injusticia social.
El Papa propone ofrecer nuevas formas de organizar la economía con una mirada cristiana. “Es cada vez más claro que el egoísmo a largo plazo no da frutos y hace pagar a todos un precio demasiado alto; por lo tanto, si queremos el bien real del hombre verdadero para los hombres, «¡el dinero debe servir y no gobernar!».
“La economía de la exclusión y la iniquidad mata” sentencia el Papa y mientras las ganancias de unos pocos crecen exponencialmente, las de la mayoría se quedan cada vez más lejos del bienestar de esa minoría feliz. Por eso «tiene necesidad de la ética para su correcto funcionamiento; no de una ética cualquiera, sino de una ética amiga de la persona»
Como campesinos, como ciudadanos, como participantes del Estado, pero principalmente como cristianos debemos luchar por evitar que la economía egoísta amenace nuestra fe, la fe de creer en el bienestar comunitario, en un desarrollo para todos, en la justicia social y en la distribución de la riqueza. El mismo Jesucristo nos enseñó: “denles ustedes de comer”.