Solo cuando el corazón está dispuesto a respetar la justicia, será posible avanzar hacia un mundo mejor
Por: P. Fernando Pascual, L.C.
Hay quienes cometen delitos amparados en ideales buenos, en palabras valiosas, en metas deseables.
En nombre de la justicia, por ejemplo, se han cometido crímenes contra miles de inocentes, sin proceso, sin defensa, sin piedad.
En nombre de la libertad algunos han perseguido y ejecutado a personas simplemente por pensar de otra manera o por no congeniar con los proyectos de la mayoría.
En nombre de la salud ha habido médicos que colaboraron en experimentos inhumanos sobre prisioneros de guerra, sobre ancianos, incluso sobre niños.
En nombre de Dios ha sido posible perseguir a los miembros de otras religiones, o se ha llegado a asesinar a los que abandonaban las creencias del pasado.
La lista puede ser mucho más larga. Refleja una de las más funestas paradojas humanas: revestir el mal con ropaje de bien, justificar el delito bajo ideales buenos.
Por eso, antes de emprender acciones orientadas a conseguir derechos, bienes, progresos auténticos, hay que preguntarse por la moralidad del camino escogido.
Porque la ética no solo indica cuáles son las metas buenas que los seres humanos podemos perseguir, sino también cuáles son los medios justos que pueden usarse.
El maquiavelismo de ayer y de hoy cree que basta un ideal bueno para actuar con cualquier medio, incluso los más perversos que la maldad humana pueda imaginar.
Pero eso implica dañar a las víctimas, destruir la conciencia de los verdugos y, al final, no conseguir sanamente un objetivo que al inicio era bueno.
El bien, lo enseñaban los antiguos, abarca todo: fines, medios, intenciones. Solo cuando el corazón está dispuesto a respetar la justicia y a excluir cualquier medio dañino, será posible avanzar hacia un mundo mejor, más bueno y más bello.
Fuente: http://es.catholic.net/op/articulos/67701/cuando-el-mal-se-reviste-de-bien.html
