La inmensidad de nuestro país es un tesoro que pocos reconocen como propio, algunas regiones de la Colombia profunda guardan historias asombrosas. La vía entre Medellín y Quibdó es un camino lleno de sorpresas.
Por: Andrés. A. Gómez Martín.
Al salir de Medellín más de 12 horas de viaje nos esperaban, en el pequeño bus viajábamos 10 personas, ocho quibdoseños y dos turistas bogotanos de medias blancas y bloqueador solar en la cara. Las vías de Antioquia están en buen estado, es decir, son transitables en un 80 por ciento. Mientras el bus busca el cañón del río Cauca, la naturaleza sorprende por el verde intenso, el olor a café es inevitable durante horas.
Los campesinos de carriel terciado y a lomo de caballo o de mula, transitan con tranquilidad, ni el sol ni el intenso calor los agobia, una sonrisa y la mano extendida al paso del bus y el lente de la cámara, nos llenan de confianza.
Sobre el medio día y al cumplir 6 horas de viaje, llegamos al Carmen del Atrato, la población está en el límite entre Chocó y Antioquia. Un grupo de policías fuertemente armados, pero que no superaban los 25 años de edad, nos rodean de inmediato. “Bienvenidos muchachos, nos permiten sus cédulas si son tan amables…”
Entramos al único restaurante del pueblo, caldo de pescado, arroz blanco, carne y plátano maduro era el menú, a los pocos minutos uno de los policías se sienta en la mesa, “¿y ustedes que hacen por aquí, porque no viajaron por Pereira?, lo bueno es que hoy si llegan a Quibdó, mañana ya no creo que pase nadie, la situación está como tensa por este páramo”, sentenció el joven uniformado.
El viaje debía continuar, el bus arrancó de nuevo y la vía desde ese punto se hizo un pequeño camino en el que a duras penas el bus podía moverse a menos de 10 kilómetros por hora, por un lado las montañas de la cordillera, por el otro enromes precipicios.
Los árboles se hacían cada vez más grandes, el verde de la vegetación era más obscuro, la lluvia apareció y las gotas eran tan grandes como la palma de la mano. Los resguardos indígenas de la comunidad Embera fueron denominados con números por los colonos “paisas”, de vez en vez los indígenas se suben al bus para ir al próximo resguardo.
Luego de 18 horas de viaje, llegamos a la capital del departamento del Chocó.