La mala educación en el país, a pesar de tantos esfuerzos, no permitirá nunca un desarrollo adecuado del sector agrario. Esto parece ser un círculo vicioso que siempre termina en levantamientos por parte de la población campesina.
Por. Nicolás Montañez
En los noventas, el país se fijó en la olvidada población indígena de los territorios nacionales, esto gracias a los cambios generados por la constitución de 1991 en cuanto al reconocimiento de las minorías étnicas y la equidad de género. Así, se respetan las actividades culturales de los pueblos indígenas, la equidad en cargos para las mujeres y la no discriminación ante ningún grupo minoritario.
Así fue como la representación de las denominadas minorías logro unos escaños en el congreso, pero son tantas las cosas pendientes que aun, treinta años después no se ven muchos resultados, muchos colombianos vieron una buena opción en estar representados por indígenas y afro descendientes y las votaciones fueron altas.
Desafortunadamente todo pareció ser una especie de trampa donde sin querer todo el país cayó; quienes promovieron la participación, quienes votaron y quienes participaron. Además de crear un espacio para todos no se ha logrado mucho, a pesar de que se avanzó, falta mucho recorrido.
Los representantes indígenas, de los cuales el país esperaba tantas cosas no funcionó muy bien, tal vez se esperaban proyectos de ley que tuvieran que ver con protección de medio ambiente, cuidado de especies, medicina ancestral y tantos otros temas que a los que vivimos en la ciudad dejamos de lado.
Pero lo más grave es que no hubo una ley o propuesta relacionada con los campesinos y tampoco una propuesta o alguna intención de hacer una circunspección especial que acogiera la población campesina del país.
A lo largo de la conmocionada historia del país, los movimientos campesinos no han tenido mucho éxito, no se ha logrado nada y todo ha terminado en problemas de orden público, la ya famosa frase del presidente Santos sobre la inexistencia del paro agrario, si se analiza bien a fondo, tiene mucho sentido.
¿Qué paso? Pues no pasó nada y la frase fue real. A parte de detenidos, heridos y más de medio país indignado por la crudeza de la frase no se ha resuelto absolutamente nada. El campo sigue olvidado y los campesinos afrontando malas políticas agrarias, el verano, el invierno, las vacunas de los grupos ilegales, la falta de vías y los más triste es la falta de educación en las zonas rurales.
En el asunto se ha avanzado, en muchos departamentos se hace un gran esfuerzo en llevar y traer niños a las escuelas, se han construido bibliotecas, hay puntos de Vive digital, el programa Ser pilo paga y muchas buenas intenciones que deben ser mucho más apoyadas en presupuesto, así en un futuro no muy lejano puede ser que los olvidados sean parte de las decisiones importantes del país.
Entonces se debe insistir en la educación básica, media y superior enfocada en el campesinado colombiano para que, ojalá pronto, se vean los resultados con personas competentes y sobre todo estudiadas que puedan llevar sus propuestas y proyectos en grupos organizados que puedan participar en una forma digna en los destinos del país.
Habrá que esperar que en un futuro las buenas intenciones del Estado, no pasen de largo y que no queden en simples propuestas de campaña, la población campesina del país debe aprovechar al máximo las pocas oportunidades que se les ofrecen y así mismo intentar potenciarlas para que el desespero y falta de desarrollo no los lleven una y otra vez a terminar en levantamientos y luchas armadas que no resuelven nada.