viernes, noviembre 22, 2024
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Mercado de las Pulgas: entre el rebusque y el arte

Fotografía de Viviana Avendano - La creación del artesano, momento íúnico de imaginación e ingenio.
Fotografía de Viviana Avendano – La creación del artesano, momento íúnico de imaginación e ingenio.

Por Viviana Avendaño

Entre smog, policías, ladrones rondando por las calles, desplazados con niños en las aceras, tacones, corbatas y vendedores ambulantes, la gente transita este martes 26 de octubre a las doce del medio día con mucho afán. Estoy parada en una zona muy particular del centro de Bogotá, específicamente, en la carrera Séptima entre calles 23 y 24. Van y vienen a esta hora: secretarias, empleados, empresarios y gente del sector, aparentemente la mayoría sale a buscar su almuerzo, a compartir con los amigos y compañeros y a descansar por un rato. Hay una buena variedad de restaurantes, algunos extranjeros, otros muy comerciales y unos cuantos de comida típica.

Para muchos de los que caminan a esta hora existe un lugar invisible a su rutina. Se trata de una feria artesanal, bastante grande, que se llama Mi Colombia Linda, ubicada sobre esta misma dirección. Debo aceptar que algunas veces había visitado este lugar, pero solo con la misión de conseguir películas “piratas” de títulos bastantes difíciles de encontrar. Nunca me había detenido a contemplarlo con mucho cuidado, pero explorar sus detalles, sus colores y su mercancía, eran ahora el motivo de mi visita.

Según el Sistema Nacional de Información Cultural del Distrito, la “artesanía es la actividad de transformación para la producción de bienes a través de oficios que se lleven a cabo con predominio de la energía humana de trabajo, físico y mental, complementado generalmente con herramientas y máquinas relativamente simples, condicionadas por el medio ambiente físico y por el desarrollo histórico”. Con esta información me presto a recorrer entonces, las principales ferias y ventas de artesanías en Bogotá.

Primera Estación

Al dejar la caótica calle en la cual está ubicada esta feria artesanal, me encuentro con un lugar que huele a incienso penetrante, mezclado con algunos aromas de detergente para pisos, no es muy agradable para el olfato a decir verdad, pero sin hacer caso decido entrar.

El lugar no es muy amplio, está perfectamente diseñado para que en cada espacio se ubiquen los

Fotografía de Viviana Avendano - La mayoría de la clientela de la feria artesanal son trabajadores del sector.
Fotografía de Viviana Avendano – La mayoría de la clientela de la feria artesanal son trabajadores del sector.

vendedores, en promedio cada local tiene un metro de profundidad, dos de ancho y tres metros de alto. Cuando se transita por este lugar, da la sensación que se está caminando por un centro comercial, aunque uno muy particular, pues las delimitaciones no son tan claras, entre locales los límites no se respetan, la competencia entre vendedores por acaparar los clientes es evidente, los precios varían entre unos y otros y la variedad no es muy amplia.

Paulina Amaquoña, una ecuatoriana que tiene un local dentro de la feria artesanal, el más amplio para mi gusto, tienen dentro de su mercancía una gran variedad de artesanías colombianas y algunas prendas típicas del Ecuador, además de elementos de decoración rústicos y modernos. Los precios de sus artesanías oscilan entre los 10.000 y 180.000 pesos. Con desinterés y apatía, me cuenta que hay días en los que no vende nada, “Hay mucha gente aburrida por la poca venta de la feria, las personas en esta ciudad miran mucho pero no compra nada”, dice Paulina Amaquoña, mientras acomoda algunas prendas en las repisas de su puesto abarrotado de piezas curiosas.

En este tipo de ferias, la mayoría de los compradores son turistas norteamericanos y europeos, que llegan en búsqueda de artesanías colombianas, detalles precolombinos y prendas tejidas a mano. No todos los vendedores trabajan en esta feria por el amor al arte, los problemas sociales obligaron a muchos de ellos a buscar algo qué hacer y encontraron en estos espacios un medio para poder subsistir.

Ahora hablo con Ana quien, al igual que Paulina, es una vendedora de artesanías en este lugar. Es una mujer de aproximadamente 65 años, tiene un local de venta de joyas de fantasía, velas, bronces, copas y demás elementos para el hogar. A pesar de ser una de las fundadoras de la feria, pues cumple 18 años trabajando en ella, dice que se siente muy desanimada. Me explica que a veces no hay ni para pagar los 446.000 pesos que le cuesta el arriendo del local. “El gran problema es que han llegado muchos vendedores que ofrecen su mercancía muy barata, sin importar la calidad, y eso hace que el negocio se caiga, aquí pareciera que el trabajo no valiera, se pide mil pesos por algo que en realidad cuesta tres mil o cuatro mil y el cliente compra sin preguntar nada”, comenta Ana con un asomo de frustración en el rostro.

Según me cuenta Ana, su esposo fue uno de los fundadores de esta feria hace más de 20 años y ella tuvo que seguir al frente del negocio luego de que él falleciera. Me dice que al administrador de la feria poco le importa el problema de precios o afluencia de público, para él, “lo único que importa es que cada mes se le pague su mensualidad”, concluye Ana mientras observa posibles clientes rondando su local.

La música también tiene su espacio en esta feria. Krock Anime es el nombre de un local de música, su dueño se llama Javier, un joven de unos 28 años de edad. Allí vende afiches, videos, discos compactos, camisetas, parches, revistas de anime, y demás objetos de tributo musical, de géneros que van entre el rock, el metal y el rap. En promedio, me dice que vende 40.000 pesos diariamente, lo que le alcanza para pagar el local y vivir con apenas lo necesario. Me cuenta que su suerte cambió cuando decidió vender música y no insistir más en las artesanías, pues explica que, especialmente los jóvenes, consumen más este tipo de mercancías. Javier es uno de los pocos vendedores agradecidos que encontré en este recorrido.

Segunda parada

Ya con una visión de lo que es una feria artesanal, ese lugar que reúne toda esa muestra de artículos tradicionales, que exalta el regionalismo y patriotismo y donde hay espacio para productos más comerciales y cotidianos decidí dar un giro y buscar en otro lugar. El mercado de las pulgas. Este lugar es, para muchos capitalinos, nacionales y extranjeros la actividad de fin de semana o bien porque hay poco dinero, o bien porque es una opción para disfrutar de las antigüedades y el mercado de lo usado, o bien porque quieren ir a ver lo que algunos llaman ‘chécheres’ pero para no dar lugar a especulaciones Alba Lucía Montoya, una artesana del mercado de las pulgas de Usaquén, me sacó de la duda. Me contó que en las artesanías se pueden dar cita artesanos y artistas, quienes trabajan los accesorios y quienes deciden venderlas, que no siempre son las mismas personas. Los mercados de las pulgas, contrario a las ferias artesanales, son espacios de venta de cualquier mercancía, artesanal o no, en donde los mismos dueños de los objetos ofertados hacen directamente la venta.

Esta segunda feria, de aspecto más pintoresco y más concurrida que la anterior, decido recorrerla de una manera diferente. Decidí caminar los puestos mostrándome más como compradora que como reportera. Me doy cuenta que Alba Lucía también es artesana, su pinta la delata, viste con una falda ancha de múltiples colores, aretes con la bandera de Colombia, blusa muy parecida a las bailarinas de cumbia y unas alpargatas. En su puesto vende distintos tipos de accesorios artesanales para mujeres, en donde se pueden encontrar collares, pulseras, aretes de distintos tipos de piedras, cuadros y pañoletas. Dice que ama su trabajo, vende su mercancía con mucha pasión, saluda a los clientes, les sonríe y con toda la amabilidad del caso los despide. En Usaquén se respira arte por todas partes. Hay una sensación de tranquilidad y armonía, por tal razón, camino y pregunto por los artículos en cada uno de los casi 40 puesto que existen en esta feria.

Averiguando un poco, supe que el mercado de Usaquén empezó a funcionar en 1990 y desde entonces, se ha especializado en ofrecer antigüedades, artesanías y obras de arte. Alba Lucia, me sorprende ahora con su gran conocimiento sobre la historia de la localidad de Usaquén, me cuenta que “era de lejos, uno de los pueblos cercanos a Bogotá más hermosos, aquí vivían indios, campesinos y ciudadanos en paz y armonía, por estos lados quedaba la hacienda de Clara Sierra, propietaria de muchas fincas de esta zona, que con el tiempo se convirtieron en fincas artesanas”. Alba

Lucía es una mujer mayor, se nota por sus arrugas y su pelo blanco muy corto. Recuerda también, que antes no era necesario tomar el bus para llegar al pueblo, tenía que caminar por horas o montar a caballo para poder llegar a su destino. Su mirada se pierde por un momento y parece transportase ahora a sus recuerdos de infancia y se dibuja en su rostro la nostalgia y la añoranza por ese pasado.

Aprovecho la distracción de mi improvisada guía para atender el llamado de Francisco Laverde, vecino de la carpa de Alba Lucia, quien me ofreció un asiento de aquellos que él diseña en madera para que la conversación fuera más amena. Al sentarme todo empezó a fluir, conversé durante casi dos horas, mi forma de ver aquel mercado cambió radicalmente. “Este mercado es un corredor mágico, en él han pasado indígenas de hace varios años… también están los famosos “mochileros”, que vienen y van de día y de noche, están por un momento y vuelven a partir… venden sus artesanías que han hecho durante el transcurso de su viaje, ellos son los que se encuentran sentados en el piso, en el inicio del mercado por la carrera Séptima, mírelos allí”, me cuenta Francisco con una voz pasiva. Se nota que es un hombre tranquilo, su vestimenta aparenta cierta frescura, es de color blanco y logra que muchos compradores se acerquen solamente por la calidez que se respira en torno a sus artesanías de madera.

Para muchos ciudadanos, el mercado de las pulgas es un lugar al que solamente se va a pasar una tarde de domingo, pero años atrás, el mercado era el símbolo del trueque entre nuestros antepasados. No es simplemente un lugar que ha diseñado la alcaldía para dar trabajo a distintas personas en el que arriendas carpas a los artesanos y entre ellos llegan a un acuerdo para encargarse del pago de los servicios: agua, luz y vigilancia, tras él hay una historia y tradición que muchos de los que continúan vendiendo conservan todavía.

Fotografía de Viviana Avendaño - El artesano hace un dibujo de la creación de la joya, cuyo nombre es La Interpretación.
Fotografía de Viviana Avendaño – El artesano hace un dibujo de la creación de la joya, cuyo nombre es La Interpretación.

Según Alba Lucia, el periódico New York Times, hace 10 años, le dio la fama al mercado de las pulgas de Usaquén, cuando un periodista vino a Bogotá y al llegar escribió sobre este mágico oasis, colorido, alegre y cargado de historias, que se podía encontrar en medio de las avenidas, edificios e imponentes puentes de la ciudad. Pero no todo es alegría en el mercado de las pulgas, Francisco, detiene por un momento la conversación y hace una particular denuncia: “Los comerciantes siempre tienen plata, los artesanos hoy en día no… ellos se están extinguiendo… ¿por qué? Por el alto costo de los materiales. El artesano vende lo que puede crear con el material en el que ha podido invertir y si no hay plata pues no hay arte… otra cosa es el comerciante, ese compra, a casi precio de costo, lo que después va a revender triplicando su valor, y en eso querida amiga no hay nada de arte” concluye con desazón .

Alba Lucia sale de su ensimismamiento y se une a la propuesta añadiendo que las ferias artesanales del centro han dañado la magia de los artesanos, pues en su concepto, “el Distrito, con las reubicaciones, no ha hecho otra cosa que ganar dinero y desmeritar el trabajo”. Su tesis puede tener fundamento, cuando en las oficinas turísticas se le advierte al extranjero, que en esas ferias o mercados del centro de la ciudad, se le puede cobrar hasta el doble por cualquier mercancía.

Llena de información y tocada por ese sentimiento de repudio que me genera ver cómo el modelo consumista asigna a todo un valor comercial y se impone sobre el valor inmaterial de las creaciones de estos artesanos, decido enfocarme en el público que se encuentra en este lugar, a comparación de la feria artesanal del centro, es un público mixto en cuanto a géneros, estratos y edades.

Se pueden observar varios extranjeros que se muestran muy interesados en las figuras y materiales de la artesanía colombiana. La feria o mercado, como quieran llamarla, ofrece a los artesanos diferentes carpas de colores que le permiten organizar mejor su mercancía, así como darle a los potenciales clientes toda la comunidad para disfrutar de la muestra de buenos productos a buenos precios.

El mercado de las pulgas abre los viernes, sábados y domingos desde las horas de la tarde. En esos tres días cada vendedor puede llegar a realizar ventas de unos 200.000 a 300.000 pesos. Pero la oportunidad de ofrecer productos tiene su condición pues las personas que ocupan carpas en el mercado artesanal, deben estar inscritas ante el IPES (Instituto Para la Economía Social), el cual coordina a los artesanos de este lugar asignándoles lugares y sitios en el espacio público. Camilo Ardila es el gestor Misional del IPES en el mercado de Usaquén. Él subraya, que el mercado de las pulgas ha tenido una gran transformación desde hace muchos años, ya que “el espacio del mercado es una zona recuperada gracias a la reubicación de todos los artesanos y vendedores ambulantes”. Según informes, el mercado de las pulgascuenta con tres asociaciones y dos grupos de trabajo que auspician el progreso y bienestar del mercado.

La gran diferencia que hay entre una feria artesanal y un mercado de las pulgas es inmensa, no solo por la variedad de cosas exóticas que se pueden encontrar, sino también por la calidad humana que allí se percibe. Recorriendo lo pude comprobar, el experimento me funcionó, la visión de lo artesanal ahora es muy diferente. Hay que tener corazón y arte para la venta, no puede tener otra explicación para que tantos colombianos encuentren en las artesanías su razón para seguir luchando por una buena vida y el medio de sustento que tienen que luchar bajo un puesto o una carpa.

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