Monseñor Pimiento, noveno cardenal de la Iglesia en Colombia

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Monseñor José de Jesús Pimiento Rodríguez, arzobispo emérito de Manizales, fue creado cardenal por el Papa Francisco, a sus 96 años de edad.

Por: Nicolás Galeano

Nicolás 06032015 V 1.0

En medio de una celebración solemne que tuvo lugar en la Catedral Primada de Colombia, el pasado sábado 28 de febrero, en compañía del Nuncio Apostólico de su Santidad Monseñor Ettore Balestrero, del cardenal emérito Monseñor Pedro Rubiano Sáenz y del Cardenal Rubén Salazar Gómez, arzobispo de Bogotá y Primado de Colombia, junto con un gran número de obispos, sacerdotes y laicos, fue investido, con los ornamentos cardenalicios el nuevo cardenal de la Iglesia Católica, Monseñor José de Jesús Pimiento Rodríguez, de noventa y seis años de edad.

Hay quienes se preguntan o se extrañan de su nombramiento como nuevo miembro del colegio cardenalicio, dada su avanzada edad. Y es que Monseñor Pimiento es actualmente el cardenal más longevo de Colombia (recordemos que hasta el momento, con Monseñor Pimiento, Colombia cuenta ya con cuatro cardenales y a lo largo de su historia, Pimiento ocupa el noveno puesto como cardenal). Pero, ¿Quién es el nuevo cardenal colombiano y cuáles fueron las razones por las cuales el Papa Francisco decidió crearlo cardenal?

El nuevo cardenal es oriundo de Zapatoca, Santander, lugar donde nació un 18 de febrero de 1919, hijo de Agustín Pimiento y Salomé Rodríguez. Desde pequeño recibió de sus padres una amplia formación en valores tanto humanos como cristianos, valores que logró consolidar y afianzar con sus grandes cualidades humanas, su interés por el estudio, su recia personalidad y su infatigable disciplina. Al poco tiempo, surgió en él la inquietud hacia la vida sacerdotal, y aunque las condiciones económicas de su familia no eran las mejores, su interés por el estudio y la investigación le sirvieron de ayuda para realizar su formación elemental básica y, posteriormente, sus estudios eclesiásticos en los seminarios de San Gil y Mayor de Bogotá. Fue ordenado sacerdote el 14 de diciembre de 1941 para la Diócesis de Socorro y San Gil por Monseñor Ismael Perdomo Borrero. Durante sus primeros años como sacerdote, prestó su servicio como vicario coadjutor en las parroquias de Mogotes, Catedral de San Gil y Vélez, como vicario sustituto en Zapatoca y como síndico y profesor en el seminario. Trabajo también como capellán en el hospital de San Gil y como coordinador de Acción social y de Acción Católica en la Curia Episcopal. Contando con tan solo 36 años de edad, el Papa Pio XII lo designó Obispo Auxiliar de Pasto el 14 de Junio de 1995 y fue ordenado obispo en la Catedral de Bogotá el 28 de agosto del mismo año. Al convocarse el Concilio Vaticano II por el Papa Juan XXIII, Pimiento tuvo participación en él como Padre Conciliar. En mayo de 1975 fue nombrado Arzobispo de Manizales, Diócesis que gobernó con verdadero celo de Pastor durante 21 años.

En el año de 1995, el prelado presentó su renuncia al Papa Juan Pablo II tras haber cumplido ya la edad canónica. En el 2005, Monseñor Pimiento celebró sus bodas de oro episcopales, recibiendo un sentido y merecido homenaje por parte de la Arquidiócesis de Manizales por su gran labor pastoral a favor de esta Iglesia particular, de la cual hoy es arzobispo emérito. Actualmente reside en el Foyer de Charité, San Pablo, de Bucaramanga.

El hecho de que el Papa hubiera escogido a Monseñor Pimiento no se debe a querer ampliar el colegio de cardenales o de designar simplemente títulos honoríficos; las razones por las cuales el Papa quiso concederle a Monseñor Pimiento tan alta dignidad se debe a la importancia que últimamente el Pontífice le ha dado a la indispensable labor que muchos sacerdotes y obispos han realizado a lo largo de su ministerio, el cual han ejercido con amor y celo pastoral, con eficacia y entrega. Francisco ha querido resaltar también la experiencia pastoral y humana del nuevo cardenal colombiano como ejemplo de solicitud y entrega frente al don y al ministerio confiado; don y ministerio que es llevado en vasijas de barro (2 Cor. 4,7), pero que es Dios mismo quien se encarga de fortalecerlo y nutrirlo, para que como lo afirma el mismo apóstol Pablo: “Esta fuerza soberana se vea como obra de Dios y no nuestra”.

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